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Enamorándome de mi esposa provisoria novel Chapter 122

Capítulo 122

Samuel sabia lo doloroso que era echar de menos a alguien. «Resulta que hasta pensar en alguien duele se lamento.

Se le retorció el estómago. Era el tipo de dolor que se extenderia por todo el cuerpo ante una muerte inminente. Apesar de eso, descubrió que no podia dejar de pensar en ella.

Kathleen guardó silencio y la mirada de Samuel se profundizó.

-Di algo

-No tengo nada que decirte -dijo sin rodeos mientras se acostaba-: Me voy a echar una siesta. Por favor, sigue con tu trabajo.

Samuel estudió a Kathleen pensativo, tratando de decidir si a ella se le romperia el corazón o se disgustaria si le decia que la habia echado de menos. A juzgar por su expresión, seria lo último.

Mientras tanto, Kathleen se sentia fatal.

«Samuel no ha cambiado. ¿Por qué me diría esto después de un año? ¿Cree que soy tan tonta como para cambiar de opinión solo porque él lo ha dicho? Ya no soy esa chica que lo amaba de corazón en la estupidez de mi juventud. Ya no. ¿Por qué no me atesoro cuando lo hice? Dejarle fue la decisión correcta», se decidió.

Samuel la miró de reojo, de espaldas a él. Parecia estar dormida. No la molestó más. En cambio, apagó la luz.

La noche se hizo de repente larga e insoportable.

Kathleen se despertó al dia siguiente aturdida.

-Buenos dias, Katie -saludó Diana con voz amable.

-¿Vieja Sra. Macari? -se sorprendió al verla. Diana se sentó en la silla que había entre las dos camas y estiro la mano para acariciar la cabeza de Kathleen.

-¿Te sientes mejor?

-Si-murmuro con recato, como un pequeño animal peludo al que acarician.

-Te he traido algo delicioso – Diana se volvió hacia Maria-: Tráelo.

-Si, señora Macari. -Maria llevó un abundante desayuno en sus brazos, y Kathleen se quedó sorprendida.

-Me levante a las tres de la mañana para preparar una sopa de setas con Maria. Es tu favorita no?-le sonrio con amabilidad. Kathleen sintió una punzada de culpa.

–Vieja Sra. Macari, no tenia que molestarse,

«La encantadora anciana me quiere de verdad. Puedo sentirlo, penso.

Diana sonrio

-No es gran cosa, querida. De todos modo

rang auerida. De todos modos los días de semana suelo estar aburrida. Estoy encantada de prepararte algo rico. Ahora, se una buena chica y come.

-Si señora Macari-asintió con obediencia antes de sacar una cuchara y hacer lo que le habían ordenado.

-Está deliciosa! – Sonrió tanto que sus ojos se redujeron a rendijas. Un sentimiento cálido y difuso estalló en su corazón.

-Mientras lo disfrutes, Katie.

Kathleen devolvió la sonrisa de la anciana, avergonzada. Por el rabillo del ojo, vio que Samuel la miraba y frunció los labios de inmediato.

Diana se dio cuenta de lo que le habia llamado la atención.

-Samuel tomó un poco de tu sopa antes de que te despertaras.

– Asi es -afirmó él con suavidad.

Sin decir nada, Kathleen volvió a prestar atención a su comida.

Diana miró a su nieto.

– He investigado un poco por mi cuenta. Lo que pasó con el pabellón esta vez no fue culpa tuya.

Samuel se quedó mudo. «¡No soy tan sucio como ella cree!», se exaspero.

Kathleen se sorprendió al descubrir que Diana tampoco le creia.

-Me he enterado de que esta tarde se va a desalojar una sala -anuncio Diana-. Ya he hecho arreglos para que Katie se mude.

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